Existen muchas palabras que forman parte de nuestro día a día: desde las más simples, como las comidas, las que designan objetos o las muletillas que todos incluimos en nuestro vocabulario; hasta las más complejas, aquellas que forman frases y parte de nuestro trabajo o que podemos descubrir con cada libro que leemos. Palabras, palabras y más palabras…
La mayoría de ellas las pronunciamos sin ser conscientes de lo que significan, ya que realmente no nos paramos a pensar en todo lo que pueden implicar. Por ejemplo, la palabra «ansiedad». ¿Alguien sabe las repercusiones que tiene? Cualquier cosa es susceptible de «provocarnos ansiedad»: el trabajo, la aproximación de un plazo de entrega, la falta de tiempo para organizar un viaje… Pero ¿es ansiedad o algo que nos hemos acostumbrado a llamar de esa forma?
La ansiedad es un sentimiento que provoca miedo, temor y que puede ocasionar trastornos que nos impidan llevar a cabo las tareas del día a día. Desde hace unos meses (y debido a la pandemia mundial que nos atañe), la palabra «ansiedad» se ha ido convirtiendo en un término tan común como puede ser un «buenos días» o dar las gracias. Actualmente, todos sufrimos ansiedad: ansiedad al ver cómo alguien se aproxima a menos metros de los recomendados; ansiedad al ver que aumenta la cantidad de infectados; ansiedad al descubrir que nos confinan, que podemos estar mucho tiempo sin ver a nuestros seres queridos; ansiedad, ansiedad y más ansiedad. Pero ¿nos hemos parado a pensar si es un sentimiento de tristeza y desesperación que nada tiene que ver con la ansiedad?
Es cierto que es más fácil utilizar el término que todos usan, continuar transmitiendo el mensaje que nos ofrecen desde los medios de comunicación, seguir aumentando una «bola» que cada día es más grande y llena de incongruencias sobre los ataques de ansiedad. La palabra «ansiedad» representa el extremo, ese punto en el que ya no puedes más y necesitas liberarte, olvidar y pasar página de cualquier forma. La palabra «ansiedad» significa ayuda, significa necesitar ayuda de los que nos rodean y de profesionales para superar algo que no seríamos capaces de superar por nosotros mismos.
En cambio, la palabra «agobio» es diferente… la palabra «agobio» implica estrés circunstancial, implica que, en un momento dado, necesitamos un escape, pero no de forma tan radical como lo necesitaríamos con la ansiedad, sino con mucha menos urgencia. Es cierto que todo agobio puede desencadenar ansiedad… Pero ¿por qué adelantarnos a los acontecimientos? La mayoría de las personas tienden a vivir pensando en el futuro, en cómo quiere ser, en las consecuencias que todas sus acciones del presente puedan desencadenar.
Vivamos el presente, no vivamos el futuro. Seamos conscientes de qué nos pasa en cada momento. No agravemos situaciones, intentemos resolverlas desde su punto más bajo sin necesidad de incrementar su gravedad. Pensemos en positivo, siempre. Sigamos adelante, luchemos por ello. Ayudemos a los que lo necesitan, porque quizás esas personas también nos hayan ayudado antes. Sigamos adelante, pensemos en todo lo que tenemos a nuestro alrededor: gente que nos quiere, un presente y también un futuro por descubrir. De nosotros depende cómo queremos vivir, de qué nos queremos reír y sobre todo… cuáles son las razones que nos animan a sobrevivir.

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Nuria Castro
Nuria Castro (1996, Ciudad Real) Graduada en Administración y Dirección de apasionada de la lectura desde los 6 años busca siempre que puede evadirse en un buen libro. LinkedIn.
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